Rubén Kachuk: la historia de vida del buzo salvamentista que eligió volver y quedarse en Barranqueras

#HistoriasDeVida #historiasingular
Ruben Ballejos Kachuk la historia del #BUZO que eligió las aguas del Paraná y su propio puerto #Barranqueras para vivir y trabajar, como buzo salvamentista, y llegó a construir los #amarraderos que alguna vez tuvo el Chaco.
Rubén Kachuk es un hombre que se define por los #desafíos. Donde la mayoría ve un límite, él ve un camino posible. Rubén no le escapa a los obstáculos: los enfrenta, los entiende y los transforma en crecimiento. Y esta es la historia de esa vida de desafíos constantes.
Una infancia a orillas del río y el primer encuentro con el buceo:
Rubén Kachuk nació y creció cerca del río. Desde muy chico, acompañaba a su papá a la costa del riacho Barranqueras, exactamente donde ahora esta el #PaseoDelPuerto. junto a Prefectura. A los 12 años, algo marcaría su futuro para siempre: conocer al primer buzo profesional del Chaco, Eberardo Enrique Heldriegel, “el Alemán”.
Sin saberlo, Rubén aprendía el oficio desde la raíz.
Mientras el Alemán se sumergía, él sostenía el narguile (que para él era solo “la manguera con la soga”) y observaba cómo limpiaba hélices y resolvía problemas bajo el agua. Ese contacto tan temprano le despertó una vocación que lo acompañaría toda su vida.
El camino profesional: formación y vida en Prefectura
Rubén se formó como buzo de salvamento de Prefectura Naval Argentina. Estudió en Buenos Aires, donde la carrera para oficial dura tres años. Luego hizo dos años más de orientación en máquinas y, finalmente, un año completo dedicado a la especialización en buceo profesional.
La especialización no venía sola: nadador de rescate, trabajo con mercancías peligrosas, nombero naval. Todos cursos correlativos que hacen al buzo un profesional integral. Como él mismo dice:
“Es muy difícil que uno sea buzo y no sea lo otro.”
Sus primeros pasos profesionales fueron en Buenos Aires. Luego pasó por Corrientes, hasta llegar a ser jefe de la Estación de Buceo de Barranqueras, dentro de Prefectura.
La decisión que marcó su vida: elegir entre la carrera o la familia
Después de 15 años de servicio, Rubén llegó a la jerarquía de oficial principal. Estaba consolidado, con experiencia, reconocido. Pero llegó el momento que nadie quiere enfrentar: el pase obligatorio a Buenos Aires.
Tenía dos caminos:
1. Volver a Buenos Aires y continuar en Prefectura, o
2. Renunciar para quedarse en Barranqueras, junto a su familia
A los 36 años, eligió lo más difícil: renunciar a una carrera para apostar a su vida familiar y a su futuro en el lugar donde quería vivir.
Esa elección marcó el inicio de una nueva etapa, llena de riesgos pero también de oportunidades.
La etapa privada y los #amarraderos
Crear lo que no existía.
Rubén se dedicó primero a trabajos de reparación naval. Era aproximadamente el 2010. El movimiento de embarcaciones, en el río Paraná era intensa: había muchos barcos navegando por la zona, la mayoría de bandera extranjera. Viendo la necesidad clara, de crear espacios seguros donde los barcos y barcazas que cruzaban por debajo del #puentegeneralmanuelbelgrano pudieran esperar turno, recibir servicios o permanecer sin riesgo.
Entonces hizo algo que nadie había hecho hasta ese momento en el Chaco: Creó dos amarraderos, verdaderas estaciones de permanencia para barcos y barcazas: los amarrodores son como estacionamientos de barcos, explica.
Allí los capitanes podían amarrar, esperar turno para cruzar o solicitar servicios. Él les ofrecía el espacio y, además, reparaciones y trabajos navales, desde mantenimiento básico hasta tareas específicas de buceo profesional y proveeduría naval.
Los amarraderos estaban ubicados: uno en la isla Antequera y el otro en la Santa Rosa, sobre el río Paraná.
El desafío Mayor: casi cuatro años empujando puertas para obtener la habilitación
Entre la burocracia, la falta de definiciones sobre la jurisdicción de las islas y la nula experiencia administrativa en este tipo de proyectos, tuvo que hacer lo que mejor sabe hacer: avanzar.
Para obtener la habilitación, Rubén tuvo que atravesar un proceso tan complejo como desgastante, porque necesitaba tres autorizaciones obligatorias: provincial, nacional y de seguridad marítima.
Sin alguna de las tres, era imposible operar.
Además, debía ser un profesional idóneo y certificado.
Una vez, obtenida la habilitación, su emprendimiento creció rápidamente: llegó a emplear 16 personas entre los dos amarraderos.
El servicio funcionó con fuerza hasta antes de la pandemia (2018–2019). Luego, con la crisis sanitaria, tuvo que transformarse una vez más.
Cerró la estructura grande, pero no abandonó su oficio: sigue trabajando por encargo, siendo contratado incluso en Paraguay y Uruguay por su experiencia.
Rubén Kachuk hoy:
Hoy Rubén continúa siendo lo que fue desde ese niño de 12 años ayudando al Alemán: un hombre de oficio, de agua, de esfuerzo.
Un profesional respetado.
erseverante, curioso desde joven, trabajador incansable, fiel a sus valores y profundamente humano. Su vida está hecha de decisiones difíciles, aprendizajes duros y una capacidad admirable para construir oportunidades donde antes no las había.
Para él, solo hay una forma de vivir: hacer las cosas bien, que sean lindas, de calidad, y, sobre todo, tratar a las personas como personas. «Esa es mi manera de trabajar» afirma Rubén





