Deigo Ramos, polítologo: «La CELECAC y su espíritu de fraternidad política entre los Pueblos como desafío».
Diego Ramos. Politólogo
Cuántas veces hemos escuchado expresiones tales como “son tendencias neoliberales las que afectan a la humanidad”, o “las desigualdades y la pobreza son consecuencias del neoliberalismo”. Es importante identificar cuál es el espíritu que mueve a los líderes políticos, qué espíritu hay en cada modelo de Estado, de país y de región. De pronto encontramos presidentes o referentes políticos de ideologías muy diferentes que usan un mismo lenguaje, como si compartirían un mismo espíritu: pueblo, democracia, igualdad, progreso, crecimiento, derechos humanos, participación, oportunidad para todos, entre otras, resultando difícil distinguir cuál es el espíritu que mueve a uno y a otro.
Recuperemos la idea general del siglo XIX que el liberalismo como corriente filosófica, política y económica, promovía la libertad del ser humano, el progreso material de los pueblos, la igualdad jurídica y política sin distinción. Entonces ¿qué es el neoliberalismo? Hay que entender que el neoliberalismo no es un ultraliberalismo (en el sentido de un liberalismo llevado hasta sus límites), sino más bien una refundación ético-político que abrazó dos aspectos del que se alimenta y sostiene: del liberalismo retiene tan solo una antropología moral centrada en el individuo (la ciudadanía de privilegios); y del conservadurismo toma el deseo de vivir en sociedades jerárquicas y desiguales. Sostiene que la desigualdad social y económica es positiva porque genera una competencia que redunda en el crecimiento económico de la sociedad y, de este modo, la mejora de las personas que la componen. Ese es su espíritu.
En la mentalidad (occidental) más común, espíritu se opone a lo material y a lo corporal, idea que los neoliberales rinden culto; por lo tanto no es una prioridad velar por los intereses de la materialidad de la vida (comida, salud, vestido, educación…) al contrario, se puede atentar contra ella, contra la vida misma de una comunidad o del pueblo. No pasa lo mismo, por ejemplo, en las lenguas quechua, guaraní o aymara, no tiene ese sentido. Para la política emancipadora de los pueblos su espíritu no se opone a “materia” ni a “cuerpo”, sino a maldad, destrucción, se opone a la ley de la imposición que niega la soberanía y bien estar popular.
Desde el 2.005 al 2.012 se vivió la mejor época de integración regional, el espíritu de una fraternidad política expulsó en la IV Cumbre de las América al ALCA (la mayor expresión del espíritu de muerte del neoliberalismo) para dar paso al fortalecimiento del MERCOSUR y la creación de la CELAC, cuyo espíritu mueve esfuerzos entre los estados de América Latina y el Caribe con el objetivo de avanzar la unidad en la integración política, económica, social y cultural. Bolsonaro en su gestión se retiró de la CELECAC ¿es difícil develar su espíritu con esa actitud? Si identificamos a líderes políticos defensores y admiradores de Jair Bolsonaro, reconoceremos a sus jinetes del apocalipsis.
La región vivió por estas en torno de la CELAC y a la Cumbre de los Pueblos, el desafío de diseñar una respuesta propiamente política, una reformulación progresista articuladas en una dirección emancipadora.






