De la Isla Santa Rosa a Chaco For Ever: la vida de Félix Salvador Olivera
De la Isla Santa Rosa a Chaco For Ever: la vida de Félix Salvador Olivera
Félix Salvador Olivera nació en Reconquista, Santa Fe, y en 1959 llegó junto a su familia a la Isla Santa Rosa, donde vivió hasta 1983. Su vida en la isla estuvo marcada por la naturaleza, las crecientes y la lucha diaria por salir adelante.
“Vivir en la isla fue lindo, siempre. Faltaron muchas cosas, claro, no fue fácil. Todos los días había que cruzar a Barranqueras para buscar lo que necesitábamos. Si te enfermabas, también había que cruzar para ir a la salita o al hospital. Nosotros teníamos canoa, y entre vecinos nos la prestábamos. Cuando alguno empezaba a trabajar, nos organizábamos con las canoas para que todos pudieran cumplir con sus horarios”, recuerda Félix.
Su casa estaba cerca de la escuela, a solo 50 metros. Allí vivía con su papá, su mamá, cinco hermanos, algún primo o sobrino. Era una familia numerosa, como muchas de la isla. «Viví tan cerca de la escuela que si faltaba, la maestra seguramente le iba a de decir que regresará a clases» recuerda, su infancia quedó marcada por la figura del director, Enrik Dimar Vrabi, quien llegó cuando él estaba en sexto grado. Fue un hombre que dejó enseñanzas profundas y que impulsó la formación de una comisión para que las fiestas de la Virgen fueran organizadas: se armó el tinglado, se preparaban juegos para chicos y grandes, y se organizaban las canoas que ayudaban a cruzar a las personas que venían a la fiesta para que nadie se quedara afuera.
Cuando terminó séptimo grado, su padre le preguntó si quería seguir estudiando o si prefería ponerse a trabajar. Félix eligió el trabajo. Su primera experiencia fue en una carpintería, aunque no duró mucho: lo despidieron porque hablaba demasiado de fútbol. Y no era para menos: Félix respiraba fútbol.
Entre 1970 y 1974 jugó en Chaco For Ever. Pasó de la sexta a la tercera división, durante cuatro años, ocupando los puestos de número 5 y de número 8. En ese tiempo, el presidente del club era Deolindo Felipe Bittel. Para poder entrenar, Félix debía cruzar el río. Después todavía le quedaba un tramo: a veces lo hacía en colectivo, otras lo alcanzaban sus compañeros, pero la mayoría de las veces lo hacía caminando, ida y vuelta, hasta el puerto para cruzar el río y regresar a la isla.. Entrenaba martes y jueves.
Su padre, pescador de oficio, pasaba cinco o seis meses en el río con el trasmallo —que antes se conocía como mallón— para mantener a la familia. Pescaban en Bella Vista, Empedrado, Derqui y trabajaban para una cooperativa. No podía acompañar a su hijo a la cancha, pero Félix siempre llevó en alto el orgullo de ser hijo de pescador.
La vida futbolera cambió cuando se casó y llegaron sus hijos: “ahí empezó otra vida”. Trabajó en UCAL durante diez años, hasta 1987, cuando se fue a Buenos Aires. Allí pasó 35 años en una planta química como soldador. Al jubilarse, volvió a Barranqueras, donde hoy vive acompañado por sus hermanas: una en el barrio La Loma, de 80 años, y otra en Forestación, de 84.
La Isla Santa Rosa significa mucho en su vida. Allí perdió a un hermano, a poco de haber llegado la familia en 1959. Murió en un accidente de caza, y al mes nació Antonio, el sexto hermano. También le tocó atravesar todas las inundaciones: la de 1961, la de 1966 —que llegó hasta la radio LT5 por la avenida 9 de Julio— y la mayor, la que finalmente obligó a su familia a dejar la isla en 1983.
En sus recuerdos también está el paso de una de las figuras más idolatradas de la historia: Eva Duarte de Perón, ‘Evita’, que descendió de un hidroavión en el puerto de Barranqueras en misión oficial. La escuela provincial N° 21, “Santa Rosa”, fue construida durante el gobierno de Juan Domingo Perón (1952-1955). Llegaron calzado, camisetas de fútbol, juegos de plaza y material escolar de la Fundación Eva Perón. Atrás de las camisetas se leía claramente el nombre de la fundación. Cuando cayó el gobierno, intentaron borrar esos sellos, pero no pudieron.
Como buen isleño, Félix conserva la esperanza de que algún día la Virgen vuelva a su lugar en Santa Rosa: “Lo primero que tenés que tener para volver a la isla es una canoa. Pero también hace falta formar una comisión que cuide la imagen y que trabaje por recuperar la isla. Sin una comisión no se hace nada”.
Y entre tantas memorias, también sonríe al contar alguna anécdota juvenil: después de los matinés, los corsos y los bailes, a veces los jóvenes no encontraban la canoa y debían amanecer en la costa hasta que alguien los cruzara de nuevo.
Félix Salvador Olivera, de la Isla Santa Rosa a Chaco For Ever, es testimonio vivo de una vida hecha de sacrificio, pasión por el fútbol, amor a la familia y una profunda raíz en la tierra y en el río que lo vieron crecer.
Esta nota hace de un encuentro en el complejo Caá Catí, Barranqueras, en el que se compartieron y recordaron estas historias. La actividad fue iniciada por el profesor e historiador Darío Rubén Benítez.