Historias de Vida: Julio Antonio Olivera, isleño, vivió en la isla Santa Rosa.

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julio Antonio Olivera, nació en el isla Santa Rosa en el año 1960

La misión de su madre hoy late en Julio

Hay historias que trascienden generaciones. La vida de Julio Antonio Olivera es una de ellas: hoy, custodiando la Inmaculada, Julio continúa la misión que comenzó su madre, Regina Cabrera, quien fue custodia de la Virgen de Santa Rosa en la isla que lleva su nombre.

“Me llamo Julio Antonio Olivera. Soy uno de los que vivían en la isla. Nací en la Isla Santa Rosa y salí de allí en la creciente del ’82-’83. Desde entonces casi no volví más, porque perdimos muchas cosas, y es muy difícil recuperar. Pero no puedo decir que todo fue malo, en la isla también vivimos momentos hermosos”, recuerda Julio.

Los padres de Julio llegaron de Santa Fe y se establecieron en la isla, en el año 1960, en ese momento, su mamá estaba embarazada de Julio, quién nació poco después de la triste perdida de un hermano. Julio creció en una familia numerosa compuesto por cuatro hermanas y dos hermanos varones y uno que había fallecido antes de su nacimiento.

Su infancia estuvo marcada por la unidad familiar y la vida comunitaria. Vivía en una casa grande de barro y techo de paja donde vivían con sus padres y hermanos, Fue a la escuela hasta los 13 años, terminó su educación primaria en la isla Santa Rosa.

La vida en la isla le enseñó valores que aún sostiene: respeto, solidaridad y unión familiar. “Nos criaron con respeto y valores; un extraño era como un tío. Compartíamos lo que teníamos y nos saludábamos con la bendición que nos enseñaron nuestros padres”, dice.

 

La creciente de 1966

Recuerdo que en 1966 hubo una creciente grande. Él tendría 6 años, tuvieron que quedarse en la escuela junto a unas siete u ocho familias, «pero vivíamos como si fuéramos una sola: compartíamos la comida y nos ayudábamos entre todos» recuerda Olivera,  Fue durante una de esas crecientes que nos tocó salir de la isla en una lancha grande a Costa Corrientes hasta que el agua bajara.

Las otras familias tuvieron que quedarse en la isla porque no tenían a dónde ir. «En áquel momento no se usurpaban terrenos: uno se criaba con la enseñanza de no tocar lo que no es de uno».

«La sensación de volver a la isla después de una creciente, trae una profunda tristeza, ver que todo el sacrificio que uno hizo ya no está. y no queda más que empezar otra vez, levantar la casa de nuevo, volver a pintarla, recomenzar todo»

Su mamá administraba las semillas que plantaban en su propia huerta: 

Después de una creciente, hay que limpiar todo de vuelta, y volver a plantar. Lo primero que se siembra cuando baja el agua, es la batata, que es lo más rápido que se cosecha. También plantaban porotos y choclos, la tierra es muy buena, todo lo que se planta crece.  Las semillas se secaban y se guardaban para la próxima siembra.

«Mi mamá era de cosechar el poroto y el choclo y llevarlo a Barranqueras, … intercambiaba granos por otras mercaderías, incluso ropas. Mi papa era pescador, pescando con mallones, y traía la ganancia para ropas y esas cosas y mi mamá aportaba con el intercambio sus productos por mercaderías»  También, la caza es un recurso para los isleños.

«Julio recuerda a su hermano que falleció en un accidente doméstico. Sucedió un día en que su hermano intentaba sorprender a su papá con un carpincho, pero tuvo la mala suerte de perder la vida en esa caza»

Su madre, Regina, organizaba y cuidaba la capillita de la isla, preparando cada detalle del Día de la Virgen de Santa Rosa, celebrado cada 30 de agosto.

“Ella organizaba todo lo relacionado con la Virgen. Esa fecha trae memorias hermosas que permanecen intactas en mi corazón”, dice.

lo que quedo de la capillita Santa Rosa en el isla del mismo nombre.

El Día de la Virgen de Santa Rosa se celebra el 30 de agosto

«Todos los años nos recuerda las cosas hermosas que se hacían en la isla» recuerda Julio.  !La capilla era muy simple.El 30 de agosto es algo que no se olvida; lo trae todo en la memoria, empezaba a las 5 de la mañana ya había alguien encargado de tirar bombas. Para que se levantaran decían para despertarlos a todos. De ahí empezaba el trajín de que tal persona tenía que ponerse en tal lugar.  A las 7 de la mañana era Rosario, y después venía, según el párroco que enviaba el sacerdote, el inicio de las misas. Había una misa a las 8 de la mañana, otra a las 11, y luego a las 5 de la tarde. La procesión generalmente salía a las 5 de la tarde. Se caminaba por la isla, unos 500 metros, después se volvía a costa y se subía a la lancha. La procesión por agua iba hasta cerca del molino y luego se regresaba. Era impresionante, recuerda Julio todas las lanchas que acompañaban a la Virgen. Algunas iban a remo. Había unas 10 o 15 lanchas detrás de la imagen.

Era una procesión por tierra y por agua. Se veía a la gente sobre el muelle, formando algo así como un cerco de personas que se acercaban para acompañar y proteger la imagen. No podían pasar todos, porque no había capacidad para tanta gente, para pasarlas a la isla., la procesión de la virgen empezaban a las 5 de la tarde y se seguía hasta la noche. A veces hasta las 12 de la noche, sin cortar.

Cuando llegaba la noche, se ponían luz, también cada uno traía su sol de noche, se ponían en la bajada. Todos colaboraban durante la noche, más que nada los vecinos. y, cuando la virgen llegaba a su lugar, ahí …terminaba todo. Al otro día quedaba la limpieza».

Los recuerdos de Julio están llenos de escenas de colaboración y solidaridad: familias compartiendo.

 

La historia de la Virgen de Santa Rosa y la Tormenta de Santa Rosa: 

Julio, relata lo que recuerda y lo que aprendió sobre la Virgen de Santa Rosa y la Tormenta de Santa Rosa:  «ella había sido monja, y después participó en un cruce de agua. En ese momento pedía que se calmara el viento, que se calmara la tormenta, y siempre rezaba. Nos contaban que en su familia siempre había tenido esa costumbre: rezar por la casa». Nosotros mismos, los que estábamos en el río, también pedíamos a Santa Rosa. Como éramos una familia humilde, le pedíamos por nuestras casas y también por aquellas familias que tenían su casita humilde, para que Santa Rosa las cuidara. Y así lo hacíamos siempre: pedíamos por eso.

La misión de su madre hoy late en Julio

Hoy, Julio ha tomado el relevo de su madre, convirtiéndose en custodio de la Inmaculada. Prepara las andas, las adorna con flores y asegura que la imagen llegue sin incidentes a cada barrio y procesión. “Ser custodio significa cuidar que la Virgen llegue segura. Antes de cada servicio me encomiendo a ella, porque lo hago con amor, lo siento en el corazón”, explica.

La Inmaculada será llevada a visitar a la Virgen de Santa Rosa en la capilla Sagrado Corazón del Puerto de Barranqueras, uniendo la fe de ayer y de hoy. Para Julio, esa continuidad es mucho más que un acto de devoción: “Mi mamá fue la custodia de la Virgen en la Isla Santa Rosa, y hoy me toca a mí seguir sus pasos. Eso me fortalece, me sostiene y le da sentido a mi vida”.

Siempre que alzó a la virgen le pido que me guíe y me fortalezca porque lo hago con amor, uno lo tiene que Sentir en el corazón .

Y, la vergüenza se pierde porque es nuestra madre, ¿como voy a tener vergüenza de salir y que me digan:»¡Eh mira va con la virgen!» Sí por supuesto que si, y es mi madre, afirma Julio.

 

Gracias Julio Antonio Olivera por compartir tu historia con Infobarranqueras

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