Alfajores chaqueños: identidad, monte y sabor artesanal

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Emprendedores de la provincia revalorizan ingredientes locales para posicionar al Chaco en el mapa del alfajor argentino

El Chaco se suma al boom del alfajor artesanal con una propuesta propia: sabores de monte, ingredientes regionales, recetas familiares y una fuerte identidad territorial. En un país donde el alfajor no solo es una golosina sino parte del ADN cultural, un grupo de emprendimientos locales apuesta a una nueva forma de producción que combina tradición, innovación y pertenencia.

La reciente consagración del alfajor como la mejor galleta del mundo, según el sitio especializado Taste Atlas, generó orgullo en todo el país. Pero también impulsó a mirar hacia los márgenes del mapa, donde crecen propuestas que reivindican lo propio.

En la provincia del Chaco, al menos cinco emprendimientos artesanales elaboran alfajores con productos autóctonos como la algarroba, el mistol, el zapallo, el mamón y la miel chaqueña. El objetivo no es solo competir en sabor, sino construir una marca identitaria que exprese la riqueza cultural y natural de la región.

Más allá de las grandes marcas y las producciones masivas, existen historias de dedicación, pasión y creatividad que laten en los rincones más auténticos del país. En la provincia del Chaco, los alfajoreros artesanales mantienen viva la tradición, pero también innovan, incorporando ingredientes y sabores propios de la región. Desde la miel de palma, pasando por el dulce de mamón, hasta la infaltable mandioca, estos productores fusionan la riqueza de la tierra chaqueña con la dulzura característica del alfajor.

Sabores con raíces chaqueñas

Uno de los casos más consolidados es Nina del Norte, el emprendimiento de Marisel Torres en Colonia Benítez. Reconocida a nivel nacional, la marca ganó premios por su alfajor de dulce de leche y también por su versión de fruta con dulce de tuna roja del Impenetrable.

«Para mí, hacer alfajores en el contexto chaqueño es revalorizar nuestra identidad local, rescatar ingredientes y conectar con lo ancestral», explica Torres, quien elabora productos con frutas de estación de su huerta o de pequeños productores. Entre sus sabores hay maracuyá, mamón, miel de caña, café, cerveza negra y naranja.

En Dulce Explosión del Cielo, el sabor también viene del monte. Betty Gutiérrez y Santiago Gutiérrez, desde Gancedo, desarrollaron un alfajor a base de zapallo, harina de algarroba y mistol, una fruta típica de la región chaqueño-santiagueña. «El alfajor nació como un postre emblema del restaurante Tomy»s Gourmet. El desafío fue transformar ese sabor en una galleta. Hoy sentimos que en tres bocados mostramos un pedacito del Chaco», señala Betty.

También desde la capital provincial, Rico con Algarroba ofrece alfajores que priorizan la salud sin resignar dulzura. Sandra Salto, docente jubilada, lidera este emprendimiento familiar. «Todos nuestros alfajores tienen harina de algarroba, y fuimos incorporando productos como dulce de mamón y quinoto. Ahora lanzamos uno de naranja confitada en edición limitada», cuenta.

Un fenómeno en crecimiento

Este pequeño universo artesanal es mucho más que un producto; es un reflejo de la cultura local, de la memoria colectiva y de la pasión por mantener viva una tradición con identidad propia. En esta nota, te invitamos a recorrer el camino de los alfajores chaqueños, descubriendo cómo estas creaciones artesanales se abren paso en un mercado cada vez más amplio, mientras el mundo reconoce al alfajor argentino como un ícono dulce de la gastronomía mundial.

El fenómeno no es aislado. En los últimos años creció el interés por el alfajor artesanal en todo el país, y el Chaco no es la excepción. La calidad de los ingredientes, el valor de lo hecho a mano y el rescate de sabores regionales son algunas de las claves del auge.

En Galés Dulces, un emprendimiento familiar de Noelia Gutiérrez y sus tres hijos, los sabores también cuentan historias. Su alfajor de miel regional es el más destacado, pero elaboran más de diez variedades, entre ellas pistacho, nuez y algarroba. «Notamos que cada vez hay más demanda. Lo artesanal es más fresco, más abundante, más real. Queremos que nuestros alfajores se conviertan en un símbolo chaqueño, como ocurre en otras provincias», afirma Gutiérrez.

En esa misma línea, Alfajores La Tana, liderado por Nora Maina, apuesta por una producción 100% artesanal con más de 20 sabores. Entre ellos se destacan los de harina de mandioca, arroz y algarroba. «Elaborar alfajores acá es un hermoso desafío. Queremos demostrar que en el Chaco también podemos hacer productos de primera calidad», dice.

El futuro del alfajor chaqueño

A pesar de las distancias geográficas y la escala aún reducida, todos los emprendimientos consultados coinciden en que el camino recién comienza. Las ferias, las redes sociales y las nuevas plataformas de venta ayudan a ampliar el alcance de estos productos, que combinan calidad con historia y un fuerte sentido de pertenencia.

«El consumidor actual no busca solo dulzura, busca una experiencia. Y en los alfajores chaqueños hay sabor, pero también hay monte, hay memoria y hay orgullo», resume Sandra Salto.

Por otra parte, Sandra Salto manifestó que sería valioso implementar en la provincia o Resistencia un programa de Pequeñas Unidades Productoras de Alimentos (PUPA), similar al que ya tienen con marcado éxito en la ciudad de Corrientes y en Buenos Aires, para que los numerosos microemprendedores del sector gastronómico puedan comercializar sus productos, en su caso alfajores, de manera más accesible para todos.

Un futuro dulce con raíces locales

Desde Gancedo hasta Colonia Benítez, pasando por Resistencia y otras localidades del interior chaqueño, los alfajoreros no solo producen dulces: elaboran identidad. El uso del mistol, la harina de algarroba, el mamón o la miel chaqueña no es solo una elección de sabor, sino también una declaración de principios. Una forma de decir que lo regional tiene valor, que lo artesanal emociona, y que la historia del alfajor argentino también se escribe —y se saborea— desde el norte.

El desafío que viene es seguir innovando sin perder el alma. Y, como dicen muchas de las voces que componen esta nota, eso se logra con pasión, memoria y respeto por la tierra. Porque cuando un alfajor tiene gusto a monte, a fruta recién cosechada o a receta de abuela, el aplauso del mundo no se hace esperar.

Alfajores con identidad chaqueña: quiénes son y qué ofrecen

Nina del Norte (Colonia Benítez): maracuyá, mamón, cerveza negra, miel de caña.

Dulce Explosión del Cielo (Gancedo): zapallo, mistol, algarroba.

Rico con Algarroba (Resistencia): mamón, quinoto, naranja confitada.

Galés Dulces (San Martin): miel regional, nuez, pistacho.

Alfajores La Tana (Sáenz Peña): 23 sabores, incluyendo mandioca y harina de arroz.

Diario Norte

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